martes, diciembre 19, 2006

Melena de León


Henri Cartier-Bresson,1950, Nueva York


Imaginé que no había mucho más por decir,

busqué,

conocí mujeres bellas,

pero tampoco escribía,

la verdad,

era pereza,

pero las bellas,

en el fondo,

sólo se quedan en eso,

en estos tiempos más que nunca,

se cree,

mansamente,

que la belleza cura la estupidez.


Olvidado el asunto de las letras,

hoy a la entrada del subterráneo,

me topé con una mujer de melena de león,

me sorprendí,

largos colmillos blancos,

olisqueando,

se acercó,

espere un rugido,

ronroneó,

llevaba ropa blanca,

aclaro,

de ese blanco pringoso que todos conocemos,

el color de la ciudad,

sus pantalones estaban rasgados,

calzaba zapatos extraños,

ni joven, ni vieja,

perfecta,

las arrugas asomaban,

las cosas seguían en su lugar,

tenía obviamente,

el corazón roto,

su maquillaje no era exagerado,

pero se daba a notar,

al fin,

rugió.


¿Tienes un peso?

Busqué en mis bolsillos,

asombrado,

una mujer de melena de león,

le extendí una moneda de veinte centavos,

una garra en guante blanco,

la cogió,

sonreía de lado,

las matemáticas del dolor,

generan ecuaciones que;

mueven las sonrisas en ángulos extraños,

no lo noté al principio,

pero tenía un colmillo roto,

lanzó la moneda a una alcantarilla,

se reía de mí.


Tenía razón,

veinte centavos.

-Valgo un poco más nene-

aún,

después,

de volverme anfeta para adelgazar,

de operarme el culo y las tetas,

de las fajas,

de los brebajes maravillosos,

de los aparatos de ejercicio exóticos,

de la cera para depilar,

de los años desperdiciados,

junto a tipos como tú,

aunque,

también fueron los mejores,

pido poco,

no amor,

un peso,

para bregar,

para el labial,

el colorete y un sostén decente,

¡oh! Y unas braguitas sin hoyos.


La mujer de melena de león,

se relamió con mal disimulada hambre,

yo corrí,

para escribir con pereza,

de cosas que no importan,

el sol cae,

monótono y amarillo,

así son los dioses.


Regresé.


La mujer de melena de león,

repasó,

aburrida,

mis líneas,

sonrío de lado,

de nuevo.


¡Chico!, ¿qué más da?

Toma un peso,

compra un poco de talento,

emborráchate,

putea por ahí,

siéntate en un jardín,

mira los niños,

huele a los viejos,

ten miedo del dinero,

del “éxito”,

toma un taxi,

maltrata a un mesero,

roba a una mujer que te ame,

enferma,

drógate,

miente,

pavonéate,

disfruta tu carne,

antes de que te pudras,

mira a los gusanos,

llora por un gato atropellado,

desprecia a una mujer bonita,

besa a una chimuela,

tírate un pedo en la ópera,

filosofa en Garibaldi,

no dañes a nadie,

deja que te maten,

escupe al Dalai Lama,

tira una bomba,

invierte en petróleo,

dispara a un hombre herido,

compra un político,

mienta madres en el podio,

arregla el mundo en un prostíbulo,

acércate a la iglesia,

dile al padre que deje a los niños,

que tu culo le dará más pelea,

consigue un trabajo,

ve todos los días,

años después,

mírate la panza

y toma otra cerveza,

escucha al Corán,

y a la Torá,

ignóralos,

mira a los Simpson en televisión,

inscríbete en un concurso por el mismo medio,

siente,

humíllate por dinero,

enciende un porro con un billete de doscientos,

da buenos polvos,

presume tu pene pequeño,

sé femenino,

hazles saber que eres sensible,

y márchate sin mirar atrás,

regresa,

sabrás que todo es igual,

después,

toma el subterráneo de nuevo,

devuélveme mi peso,

y peina mi cabello.


jack Fante

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