lunes, febrero 06, 2006

Los músicos






















Foto: Henri Cartier-Bresson, Estados Unidos.

Fue un día extraño, como casi todos, las golondrinas hacen sus nidos en las esquinas siniestras de un edificio en el centro de la ciudad, las cuarteaduras recorren como cicatrices, el cuerpo viejo de mi vivienda, después del terremoto y siguen en pie, las golondrinas de eléctrico azul hacen sus nidos, yo haraganeo, como siempre, mientras un chico y su violín hacen un nido en mi corazón, él pelea, buscando algo que no existe, fama y fortuna, seguramente,¿para qué? mejor rasgar las cuerdas para los vecinos, viejecillos enloquecidos de soledad y tedio, hablando solos, arrastrándose para tomar el sol y escuchar al chico del violín, él dice que no las tiene todas consigo, pero ¿quién sí? Dice que fracasará, pero a los viejos, a las golondrinas y a mí no nos importa, mientras con su violín nos deje recordar, tiempos que seguramente nunca fueron, donde todos los hombres eran héroes y los músicos, no tocaban, hacían el amor a sus instrumentos, aquél lugar donde los viejos no morían locos y solos, porque no llegaban a esa edad, dejaban la vida en campos de trigo y la peste, no hay romanticismo aquí, los músicos también mueren, entre polvo de cuerdas, mueren de un hambre para la que no hay pan, los viejos y los pájaros lo saben, solo las invisibles ondas de sonido son reales, por ello se arrastran o vuelan hacia este pequeño refugio, en el que las cosas toman cuerpo, me odio en secreto, les miento, quisiera ser pintor, no soy tan hábil para transcribir estos sucesos, el lenguaje es una triste muleta para comunicarse, pues bien, no sin pesar, seré un cojo guiando ciegos cuesta abajo, junto al chico del violín, que valga decir es un boxeador hecho músico, ojeroso, golpeado por egos ajenos, bufando en cada nota, sin mujeres, ni familia, rodeado de locos, por ello, es aceptado en este circo. A veces me presta el violín en su estuche, los viejos y yo nos miramos con silente orgullo, salgo a las calles, soy un perdonavidas, les digo a los villanos, los policías, los empresarios, los que hacen las guerras y la televisión, cuidado hijos de puta soy peligroso, remedo de escritor fracasado, con un violín armado, me planto frente a ellos, coloco el estuche del violín a mí lado, ellos ríen, yo también, sí soy ingenuo y ridículo, absurdo, soy un pequeño espejo de su vida y de la de ustedes también, ante sus ojos recuerdo mi edificio viejo y a mis amigos, los villanos siguen mirándome con sorna, acaricio la cerradura de la caja del violín, ya no sonríen. Nunca se sabe, ¿qué habrá en el estuche? Regreso a casa, me esperan el violinista y los viejos. Una golondrina me mira divertida y yo, un grito: “Puta te habéis cagado en mi abrigo”, el ave sonríe, el chico del violín vuelve a la pelea, las ondas invisibles de lo real nos envuelven y tomamos el sol en nuestro refugio.


jack
Fante.

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