domingo, enero 08, 2006

Durmiente








Foto: Henry Cartier-Bresson, Magnum Photos.
El inconfundible olor a axila sudorada masculina le despertó de su plácido descanso, un dormir profundo sin sueños, sin movimientos oculares rápidos bajo los párpados, violado por las moléculas desprendidas del rincón de una epidermis desbordante de bacterias, todo un día cultivadas, lentamente, mientras el dueño de la piel se desollaba en cualquiera de las actividades sin sentido que tendemos a tener los entes que nos movemos por estos coloridos páramos, el sorprendido y hasta unos segundos antes amo y señor de la paz de los durmientes, volteó sin ninguna emoción, miró aquel brazo estirado sobre su cabeza, el brazo, extensión de una masa desconocida y sin nombre coronada por una testa igualmente informe y anónima, no era consciente de la proximidad del cuerpo del durmiente sacado a palos de olor de su paraíso, una soterrada furia sacudió al durmiente, el olor comenzaba a invadir su nariz, pensaba en las bacterias causantes de todo, las imaginaba en el centro del olor, pero sin tener idea de lo que provocaban, tragaban, asimilaban y se dividían impertérritas en una mitosis inacabable, ajenas a todo lo demás, viajando en un vehículo desconocido, atadas a un parásito igual pero de diferente tamaño y forma, la mente del durmiente ya despierta divagaba ahora, una bacteria, tragando a otra y esta a otra y la que seguía a una más, todas comiéndose entre ellas, sobreviviendo gracias a la que servía de huésped, pero sin tener conciencia unas de otras en la cadena, un leve mareo recorría su cabeza, dejó de pensar en aquello comenzaba a tener náuseas, miró las bocas de los acompañantes, moviéndose sin lograr comprender lo que decían, una mujer lo miraba inane, se acomodo en el asiento esperando, una voz anunció, “próxima parada estación Centro Médico correspondencia con línea nueve”, una palidez repentina cubrió el rostro del durmiente, no recordaba adonde iba, no sabía donde debía bajar y alejarse de la peste de aquel brazo, trató de calmarse, su corazón amenazaba con salir por la boca y sorprender a todos en una digna escena del mejor gore, “¡Era puro corazón!” rezarían los titulares de la edición del diario El Metro al otro día y el pie de una foto de un vagón igual al vagón que le precedía y al que le antecedía, “varón masculino, maduro joven, expele expulsa, por hechos sucesos, desconocidos ignotos, corazón bomba vital del cuerpo organismo” y la foto, un cuerpo tirado en un suelo pisoteado por millones y millones de huéspedes de bacterias, caído de frente con la cabeza de lado y en la cabeza una boca abierta desmesuradamente y esta boca colmada de sangre, sangre que como certificaría la foto habría manchado casi completamente la ropa del que la portaba y dos brazos estirados hacia un corazón rojo y blanco, palpitante, aún en la evidencia gráfica, rebotando travieso y sangrante a los pies de la mujer de mirada inane, mujer que se apartaría llena de terror tratando de patear el órgano para alejarlo de su cuerpo. El durmiente sacudió la cabeza, pensar en el periódico lo había tranquilizado, “próxima parada estación Balderas correspondencia con línea uno”, la memoria seguía vacía, el durmiente continuaba sin saber donde debía bajar y alejarse de la peste de aquel brazo, comenzó a mirar su propio cuerpo, una mochila y un libro descansaban sobre sus piernas, “leo” se dijo, sin recordar nada del libro que portaba, abrió la mochila encontró una identificación; un nombre, una dirección y una fotografía de lo que supuso era su rostro no dijeron nada a su somnolienta mente, un cuaderno con notas dispersas y otros objetos se encontraban en la mochila, un lápiz labial, un dentífrico, un llavero, nada daba pistas acerca de su identidad y el detalle del lápiz labial le desconcertó, ¿se supone que lo uso?, toco sus labios no parecía tener nada en ellos, reminiscencia de algún hecho sin sentido, sí, seguramente alguna mujer lo conocía suficiente para confiarle este adminículo, el tren continuaba su viaje, la peste del brazo había desaparecido, su portador había descendido dos paradas atrás, “perdido en un vagón”, le pareció gracioso, sonrió para sí mismo, el vagón estaba casi vacío, se incorporó y miro su rostro en los cristales de las puertas, suspiro satisfecho, el rostro en el espejo correspondía al de la identificación, “puedo descender del vagón y preguntar a alguno de los guardias en que estación debo descender para llegar a la dirección en la identificación”, -¡eureka!- dijo en voz alta, “próxima parada estación Indios Verdes fin de recorrido” volvió a decir la voz desconocida, se aproximo a un guardia obeso con un traje hecho a la medida; pero de otro cuerpo, el tipo se desparramaba dentro de aquel traje gris, -Buenas noches- saludo el durmiente, -Buenas noches señor- contestó el traje gris con cuerpo para otro, levantando levemente una ceja, -Mire, ¿podría decirme en que estación debo bajarme para llegar a esta dirección?- continúo el desmemoriado viajante subterráneo. La ceja, traje gris y obeso miraron entrecerrando los ojos aquella identificación, - juar, juar, juar, ora sí que me hizo reír, verda buena, ¿está usted tratando de burlarse de mí señor?, esa es una identificación PERSONAL, nunca me la habían hecho, la clásica ¿no?- la respuesta del ceja-traje gris-obeso sorprendió al durmiente – Perdón, ¿pero a que “clásica” se refiere?- el trío volvió a reír –y sigue ¿verdad?, pos la clásica, ¿oiga señor guardia sabe para donde está mi casa?- el durmiente miró receloso y enojado al ahora cuarteto de ceja, traje gris, obeso y ojos entrecerrados, -Lo siento, no quise burlarme de usted, si me lo permite me disculpo y paso a retirarme- abordó de nuevo el tren, ahora en la dirección contraria, una estación sucedió a la otra y a la otra, “próxima parada estación Universidad fin de recorrido”, bajó del vagón y abordó una vez más el tren de regreso, estaba confundido, le sorprendió su calma, miraba a los demás pasajeros parloteando, comiendo, besándose, muy seguros, descendían sin dudas, se empujaban unos a otros al entrar y salir, a veces innecesariamente, “próxima parada estación Indios Verdes fin de recorrido”, ¡de nuevo aquí!, apesadumbrado y distante puso pie en los andenes de la estación, una presencia conocida se asomó lejanamente a su mirada, ¡el cuarteto ceja-traje gris-obeso-ojos entrecerrados, ¡ah!, esta vez era ya un quinteto, se había sumado un par de piernas cortas y regordetas caminando aprisa, pero había un inconveniente, caminaban directamente hacia él, comenzó a correr hacia el otro extremo del andén, el quinteto bufaba y resoplaba por alcanzarlo, un tren rebasó a ambos tomando posición para comenzar de nuevo su recorrido, el andén se terminaba, durmiente y quinteto corrían a todo lo largo, la alarma de cierre de puertas se dejo oír, las puertas comenzaron a cerrarse, el durmiente saltó al interior de un vagón, el quinteto trató de hacer lo mismo sin lograrlo plenamente, su cuerpo quedo atorado entre las puertas, el durmiente estrelló su pierna izquierda en el atorado vientre, dejando libres las puertas pero atrapando la pierna del durmiente al cerrarse, el tren comenzó su andar, mientras el quinteto golpeaba los cristales de las puertas, frustrado en su intento por atrapar al insano durmiente, los demás pasajeros miraban sorprendidos la escena y sus oídos se llenaban de la carcajada triunfal del durmiente sobre su perseguidor, el durmiente se sostuvo de los tubos para mantener el equilibrio mientras el tren llegaba a la siguiente estación, lentamente el vagón redujo su velocidad, se detuvo completamente y tardo unos largos segundos en abrir sus puertas, -¡jack! ¿me puedes decir que jodidos haces con una pierna atorada entre las puertas?- increpó una voz conocida, el durmiente ahora identificado, lamió la miel de aquel sonido, todo había venido en cascada al oír su sobrenombre, “Jack”, “jAck”, “jacK”, “jaCk”, “JACK”, “jack”, “Yak”, “Llack”, “Jac”, “Jak”, “Jakc”, si ese soy, miró al rescatador de su identidad perdida, el Sonora, un compañero de la escuela, a jack le desesperaba un tanto Sonora, hablaba mucho y en voz alta, gesticulaba exageradamente y la conversación con él versaba en muchos tópicos casi todos mitos, Sonora era un mitómano, -Llegué tarde al vagón para abordarlo...me atoré- explicó jack sin más detalles, -¡qué freak!-dijo Sonora. Y se sentaron y Sonora empezó a hablar como siempre, de sus personales mitos, en voz alta, con gestos de más, esta vez era del tarot, esoterismo, masones, poderes de clarividencia, famosos a quienes había leído las cartas y algunas predicciones gratis para jack. jack escuchó todos los cuentos de su amigo sin las protestas acostumbradas, estaba feliz, la conversación terminaría pronto. Sabía donde bajarse.


jack Fante.

1 comentario:

Auggie Wren dijo...

¿Qué tal un punto y aparte, eh?