lunes, octubre 10, 2005

El mundo de Oz...antes de la maldita Dorothy











Foto: Robert Capa
¿Por qué escribir en torno al Mundo de Oz, tantos años después?, Sí, ¿por qué?, las respuestas pueden ser varias, una de ellas, la más importante para mí, es que, vengo de ese lugar, ahí nací y ahí voy a morir. No traten de adivinar quién soy, no me hice notar mucho en la parte de la historia que ustedes conocen, pero estoy aquí, ahora, escribiendo mi historia, como el grito agónico de aquellos que fueron derrotados pero tuvieron la suerte de poder dejar constancia de su desgraciado paso por la vida, antes de que los triunfadores, pisoteando cráneos, se sentaran a lomos de los derrotados y escribieran con la sangre y sudor de estos, como son las cosas. Todo lo anterior no tiene trascendencia, ya que lo importante es mi intención, dejar constancia de cómo era mi mundo antes de que la peste llegara a nuestras tierras. Porque como seguramente ustedes mis hipotéticos lectores no saben, apenas comenzamos a recuperarnos de esa visita, de ese hedor, mezcla de ese almíbarado hasta la náusea, perfume de duraznos y mierda de vaca, olor, emanado desde la capa más fina de células muertas de la epidermis hasta el más intimo recoveco sepulcral, por la aparentemente indefensa mocosa pelirroja de repugnantes coletas y pecas, de voz suave, como de sirena, pero como ellas y tal como pudo comprobar el buen Odiseo, las cosas no son lo que oro parecen, de ojos como platos, que llaman a la ternura, y desarman las habituales defensas del sentido común y la razón, de boca, carnosa, roja, que escupe palabras de entendimiento y comprensión, cubriendo con mentirosa hasta el tuétano, verborrea, sus reales y limitados razonamientos. ¿Cómo pudo esta enfant terrible, desajustar mi mundo?.
Bueno, yo mismo no entiendo, es decir, ¿cómo esa mocosa asquerosa, venida junto a un eminente mal signo, sin duda, el tornado, fue acogida por nuestra gente de tan buena forma?, originaria de un pueblucho como Kansas y escupo al mencionar el lugar, ¡Kansas!, no pudo venir de digamos Nueva York, no; tuvo que caer en nuestro patio trasero, con todo y la inmunda pocilga donde vivía, ¿por qué no pudo y repito caer proveniente de otro lugar, digamos, de Moscú?, Kremlin incluido si así le placía, en fin, ¿qué clase de persona creen que se puede criar en ese hoyo de vacas, vaqueros, católicos irredentos y mulas de donde venía?, una tierra donde ante cualquier mal signo se invoca a fuerzas y personajes invisibles, en lugar de recurrir a la magia por contacto, de probada eficacia, ¿qué nos podía traer el buen tornado?, pues sólo una renacuaja ignorante, moralina y corta de miras. Con olor a mierda de vaca y perdón por reiterarlo, pero era envolvente, no podías al recibir la fetidez en pleno rostro y sin aviso, más que pensar en un rumiante de estos defecando. ¡Oh!, y no venía sola traía a su adorable perrito gonorreico, histérico y estúpido, un poco, ¿cómo dicen?, ah parecido a su dueña.
Mi amado Oz, era un lugar si no ideal por lo menos si con cierta variedad, tomemos al León, mal nombrado, con el añadido posterior de “cobarde”, este amigo León, antes de la llegada de Miss D. era todo un campeón, haciendo caso a su natural instinto y comportamiento, follaba como un loco, contra lo que se pusiera enfrente, incluyendo a las dos brujas, la del Este y la del Oeste y por supuesto al Mago de Oz, que parecía encantado de tener entre sus amistades íntimas al León, además destripaba sin miramientos a cuánto incauto se cruzara en su camino, es decir, era normal, lo que se espera de cualquier criatura de su especie. Y como olvidar su rugido, convertido por la virginal ramera de Domierdi en un apenas perceptible pujido doloroso. Pero tenía que mirar el ciego y temerario “valor” de la niña, más producto de una natural inexperiencia y falta de reflexión que de verdadero coraje, nuestro campeón, deseó una clase de valor así, ¡y por supuesto que estrelló su imponente crisma contra la pared!, y se convirtió de rey de nuestra selva en el juguetito de peluche de la niña. Durante mucho tiempo, vomité pestes contra mi gente, renegué de mis raíces, y me retire a lo más profundo de las cloacas de Oz, no quería ver a nadie, me asqueaba su estupidez y la “revolución” sin sentido que tuvo lugar, pretendieron convertir nuestro otrora diverso mundo en un lastimero yermo dual del bien y del mal absolutos. Aún después de la partida de la pequeña úlcera pelirroja. Muchos murieron, en esa literal cacería de brujas que tuvo lugar, amigos, parientes, cientos se fueron, al olvido, mientras, yo masticaba cada despojo, negando mis pensamientos, tenía una razón, ¡quería vivir!, volver a mirar y recorrer hasta el hastío, los miles de caminos que había antes de la llegada de la puñetera chiquilla roja. Convirtió durante su breve estancia, nuestras multicolores vías, en un nauseabundo, hepatítico y estrecho camino, sin chiste, no mis amigos, nuestros caminos eran múltiples, estaba el rojo por donde transitaban los guerreros, camino de la segura y digna muerte en combate, el azul del recuerdo y la nostalgia de los viejos, el verde de los soñadores, los librepensadores, de los creativos bardos y los esquizofrénicos poetas que con sus alucinaciones llenaban de sentimiento todo lugar, el de arco iris y burbujas de los enamorados y los niños, y como olvidar el blanco de luz de luna, de la noche y de las cosas torcidas e innombrables, de las cosas que no se mencionan nunca pero se piensan siempre, y mi favorito el gris, a medio camino entre todos los demás, el de Todo y de Nada, del que se compone el universo, podría hablar en este inusitadamente largo epitafio de todos nuestros caminos, pero se fueron y apenas comienzan a volver, además no deseo convertir este documento en una vulgar “carta del rebelde en el exilio”, así que continuando con la descripción de la transformación de los personajes más conocidos de mi tierra, he de traer a la entrañable memoria al buen Hombre de Hojalata, producto de la más alta técnica de nuestros legendarios orfebres, milagro de la ciencia y sapiencia de nuestro mundo, convivía con los orgánicos sin prejuicios de por medio, nadie lo juzgaba distinto de los demás, se entendía de forma natural que su especie era diferente, ¿y qué?, ¿desde cuando se puede asegurar que es un órgano fisiológico el lugar donde reside la capacidad de sentir?, afirmación evidentemente idiota por cierto, no era así, al menos hasta la llegada de la leprosa muchacha, con su hipócrita y sospechoso desde el principio, por su absolutez, discurso del corazón y los sentimientos, buenos y malos sin doblez, que se supone DEBEN existir. Por falta de “corazón” digo yo es que no se puede aceptar la natural y bendita contradicción de todos los seres, mezclas de mierda y miel, de placer salvaje y contemplación ascética, de generosidad convenenciera y avaricia distributiva, de risa serena y calma maniática, de eso nos componemos, no verlo es necedad...o estupidez, que era el caso de nuestra amiga Dorothy.
Hojalata era el mejor para responder a una cuestión, ofrecía una gama amplia de respuestas a un asunto, su trabajo no era saber que era bueno y que era malo, era computar cuales eran las posibles consecuencias de una situación tal, tomando en cuenta todas las variables o al menos el máximo de las que podía vislumbrar, fue toda una contradicción lógica, limitarlo a la inútil aspiración de verlo todo de un lado o de otro, siendo que su proceso mental mecánico, era, digamos calidoscópico, convertir su hexadecimal entendimiento en un burdo y binario razonar, fue su perdición, su vanidad le impidió ver lo evidente, él un producto del futuro, tratando de entenderse con una neanderthal granjera de Kansas, fue irónico, hasta la risa, aunque algo estúpidamente triste si se me permite el comentario. Fue de los primeros en irse al infierno, no sé, no estoy seguro de que sintiera dolor, no llegue a conocerlo tanto, pero el simple hecho de estar despierto mientras te amarran de las cuatro extremidades, a idéntico número de percherones, y que después los hagan tirar simultáneamente hacia los cuatro puntos cardinales, debe ser algo si no doloroso por lo menos impresionante, digno espectáculo de mirar, mientras no se tenga ninguna relación con los caballos y los amarres. Y así fue, Hojalata se convirtió en tornillos y tuercas sin orden ni concierto, chorreando aceite por todos lados. Ahora que menciono despojos, recuerdo al último de los que tuvieron que ver de cerca con el chancro pecoso, el Espantapájaros, cómico involuntario, casi no se le veía en la ciudad, su trabajo obviamente pertenecía a los campos de girasol, donde y de nuevo de manera obvia, realizaba su labor sin preocuparse de ninguna otra mierda. Era un buen tipo a pesar de que a pocos habitantes les gustara siquiera charlar con él, ya que estos encuentros eran ese tipo de conversaciones en las que uno de los hablantes dice una cosa y el otro contesta algo completamente fuera de lugar y contexto, a la gente de Oz no le gustaba mucho esto, pero a algunos y me cuento entre ellos, nos parecía de lo más divertido, yo muchas veces me quedaba pensando si después de todo, lo que Espantapájaros decía no era más bien como lenguaje cifrado, como el de esos profetas o iluminados, que hablan en metáforas y parábolas, que sólo los puros de alma llegan a entender o como mejor se hace, se interpretan sus dichos como convenga a los tiempos y situaciones. Espantapájaros, el de las de mil carcajadas, de mil absurdos, y situaciones guarras, no te quería por tu opinión, o porque tu personalidad me dejara algo “de provecho”, pude haber cambiado a mil personas con alguna profunda verdad que decirme por una hora más de tu compañía, extraño el estallido de adrenalina y lágrimas que tu presencia suscitaba, el dolor abdominal, las ganas de orinar, y las miradas extrañas de los demás viéndonos como a unos perfectos "locos furiosos increíbles", mientras ensuciaba la ropa revolcándome en el suelo, convulsionado violentamente por alguna de tus ocurrencias, muchos con aquello que añorabas desearían haber tenido tu natural gracia, (y de hecho lo intentan sin lograrlo, en discursos, ponencias y cosas como esas). Tú muerte cambio, es decir, la forma en que debiste terminar fue una cosa completamente diferente de cómo debía ser, probablemente hubieras muerto víctima de una hambrienta parvada de cuervos que en el trance desesperado de la muerte por hambre, hubiera decidido vencer su miedo y atacarte, me imagino tu rostro, muerto de risa, mientras te “despajaban”, siempre fuiste de cosquilla fácil. Pero no, oh no, ¿cómo hacérselo fácil al destino?, tenía que cruzarse por tu cultivo la escuálida escarlata y hacerte la plática y fingir que se interesaba, y que entendía, y que comprendía, para terminar diciéndote, “eres la criatura más tristemente imbécil, que he conocido...después de mí claro, yo ya no puedo hacer nada, pero tú puedes rellenar tu horrible cráneo con un cerebro”, por supuesto que estas distan discretamente de ser las palabras textuales que usó, la virginal engañifa peliroja, pero se acercan mucho a la real versión y sin tanto preámbulo.
Y allá vas, detrás de ella, junto al León y Hojalata, convertidos, sumando al canino que ella cargaba, en cuatro perros falderos. De haberme en su lugar, ni tardo ni perezoso, espero a que este distraída mirando tiernamente una de nuestras miles de flores, acariciándola con su pequeña mano, a la vera del putrefacto camino amarillo y le clavó sin aviso, larguísimo puñal en la espalda y mientras tiñe para variar de rojo mi vista, continuo clavando su flacucho cuerpo, hasta cansarme o hasta romper la daga en sus huesos. Rota la daga, tendría que levantarme y patear su zalea, asegurándome de succionar como un maldito murciélago rabioso cualquier atisbo de vida, el más ínfimo latido, el más leve guiño de vida en sus ojos, sería cegado por una lluvia de golpes, sus dulces súplicas, acalladas por un alud de palos, antes de pensar si tengo o no pecados dejaría caer una tormenta de piedras en su cuerpo, primero acabo con ella y luego averiguo sus intenciones, háblame, murmura algo pequeña, canta una canción, quiero oír tu voz para saber si aún tengo que patearte, eso, eso debieron hacer, pero no, oh no, todo fue distinto, todo fue como ustedes lo vieron, una hipócrita mascarada de principio a fin, con su llegada se acabaron las orgías, las bacanales, las eyaculaciones bajo los puentes, las visitas de los hongos maravillosos, el empezar en un lugar y terminar quien sabe donde, los cantares lascivos y obscenos en las tabernas, el doble, triple, cuádruple, quíntuple sentido, la cruda moral y física, adiós, adiós a todo eso, bienvenido el buen y único sentido, el orden y la pulcritud de pensamiento y acción, el amor cortesano, el trato distante y aséptico entre los seres, las redes sociales, el comercio sin trucos, las promesas siempre cumplidas y el llegar a tiempo. Adiós Oz, adiOz.

P.D. Dorothy, se fue de Oz un día y se casó con un granjero que olía peor que ella, le dio por el whisky, tuvo siete hijos y aumento cincuenta kilos, jamás abrió un libro, ni escribió cartas a ninguno de sus amigos en las tierras de Oz. Tampoco volvió a salir de Kansas.

jack Fante

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